Kú era una niña muy traviesa, le gustaba explorar el bosque donde vivía ella
con su familia, todas las mañanas se aventuraba entre los grandes árboles y sus
más exóticas flores.
Un día su familia empezó a vivir en una aldea de grandes
árboles, ellos vivían allí en lo alto de estos, ya que estos los protegían de
los peligros de este lugar. Kú, salía todas las tardes a recoger frutas, las fresas eran
sus preferidas. Siempre le daba hambre mientras recogía frutas y sentía como su
estómago crujía, así que ella se sentaba bajo un gran árbol a disfrutar de su
canasto. Después de un delicioso manjar, decidia tomar una siesta al lado de un
riachuelo. Están eran las tardes de Kú, todos los días.
De pronto una de esas acostumbradas tardes, cuando regreso a
su aldea no encontró el árbol de su familia, solo hallo un tronco hecho
pedazos, las hojas y flores
marchitas. De inmediato, sus amigos del bosque, todos los animales y los
pajaritos a ver el desastre que había ocurrido. Ella, rompió en llanto, estaba triste y ahora sin
hogar. Todos los animales del bosque fueron a acompañarla, de repente que cayó
en un profundo sueño.
Kú siente su cara mojada y empalagosa, muy asustada
despierta. Y ¡que sorpresa! Es un hermoso caballo blanco en compañía de Molly, otra niña
perdida, quien al enterarse de su tragedia venía a ayudar e invitarla a que
fueran al otro lado del bosque donde vivían todos los niños perdidos. Kú acepto
encantada, recorrieron un largo camino y al llegar le hicieron una fiesta de bienvenida. Ella
estaba feliz, nunca más volvería a estar sola, pero extrañaba a su familia y quería
saber de ellos.
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